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viernes, 16 de octubre de 2009

Finalizan las exhumaciones de las fosas de San Rafael: Se han rescatado restos de 2.840 republicanos fusilados

Los trabajos de localización y rescate realizados por los investigadores y arqueólogos han durado más tres años: La asociación Contra el Silencio y el Olvido de Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga cree que la cifra de represaliados enterrados allí se acerca a los 4.500. Los familiares reivindican un “Parque de la Memoria” que les recuerde y dignifique la memoria republicana de los luchadores por la Libertad.
Lucas Martín/laopinióndemalaga.es
Tres años después de la apertura de la primera zanja, la exhumación de las fosas comunes del antiguo cementerio de San Rafael se ha dado oficialmente por concluida. Las excavaciones han logrado recuperar los restos de un total de 2.840 personas, fusiladas entre 1937 y 1954, lo que confirma al camposanto como la mayor zona de exterminio de la represión franquista, según adelantó ayer a este periódico Sebastián Fernández, director de los trabajos.
La investigación se ha centrado en nueve nichos, aunque las excavadoras han actuado en casi la totalidad del recinto, levantado en buena parte de sus parcelas para constatar las pesquisas obtenidas por el Instituto Andaluz de Geofísica y los investigadores de la Asociación contra el Silencio y el Olvido, por la Memoria Histórica. Uno de ellos, Francisco Espinosa, explica que el número de fallecidos en el cementerio resulta notoriamente más alto y apela a la documentación oficial, que recoge, con nombre y apellidos, el fusilamiento de 4.380 ciudadanos.
Una cifra, que, unida a los testimonios aportados por los familiares, ha deparado numerosas sorpresas a los especialistas, que, a lo largo de estos tres años, se han encontrado con fosas superpuestas que superaban las expectativas iniciales y terrenos en los que, a pesar de las evidencias historiográficas, apenas se ha podido recabar el indicio inequívoco del movimiento de tierras. Es el caso de la parcela conocida como San Eduardo, donde los papeles de la época atestiguan la existencia de dieciocho fosas, escamoteadas, en la práctica, al ojo de los investigadores. ¿Dónde han ido a parar los cuerpos? ¿Qué ocurrió con tamaña cantidad de fusilados?
Espinosa y el resto del equipo del colectivo trabajan en diferentes hipótesis, todas ellas avanzadas. Los datos avalan, por ejemplo, el traslado subrepticio de 600 fusilados, a cuyas familias se les permitió, previo pago de una ingente cantidad de dinero, la inhumación en sepulturas más dignas, aunque igualmente traumáticas. Más furibundo y penoso fue el destino de alrededor de noventa fallecidos, que se convirtieron en involuntarios objetos de estudio de neurólogos y forenses.
A éstos, que aparecen en los archivos de autorización de autopsias y de fusilamiento en una paradoja macabra, se agrega la posibilidad del arrojo de numerosos cuerpos al osario general del cementerio, que no ha sido exhumado por respeto al resto de cuerpos que yacen en sus concavidades.
El investigador también destaca la presencia en las fosas de presos republicanos y se da de bruces con la premisa archivística de la existencia de otros enterramientos clandestinos, presuntamente habilitados en zonas de la ciudad como El Palo o la parcela adyacente al campo de fútbol de La Rosaleda, que podrían completar el mapa de la catástrofe.
Estas líneas de estudio, abiertas después de años de investigación y rastreo en los descabalados archivos de la época, se completan con una de mayor envergadura, la reubicación de restos y su inhumación en el Valle de los Caídos, que ya ha sido demostrada en el caso de otros municipios. Espinosa está a la espera de que los responsables del monumento le remitan los nombres de los malagueños que fueron utilizados, por orden expresa de Franco, para engrosar, desde el anonimato, las paredes y el subsuelo del templo. "Creemos que pudieron llevarse a muchos de aquí, de San Rafael", comenta.
Los trabajos en el camposanto de Málaga, concentrados en la actualidad en las tareas de catalogación e identificación de restos, todavía tienen mucho que aportar en términos científicos. Cada línea y ondulación de la tierra hablan de un nuevo relieve del horror, azota una historia personal, una columna abierta de datos. Todavía se desconoce la magnitud del genocidio perpetrado en la provincia, que, según Espinosa, llevó, incluso, a estremecer al cónsul italiano por el elevado número de represaliados. "Pidió a los militares que bajaran la mano y el mandato fue que siguieran igual, pero que no inscribieran a los fusilados", relata.
Son este tipo de testimonios directos los que elevan el número de fallecidos. Un alférez, que conmutó su pena por servicios al régimen, contabiliza 8.000 fusilados en el año 1937 y la historiografía alemana consigna en Málaga la espeluznante cifra de 30.000 personas en la primera década posterior a la batalla.
De los cuerpos recuperados en el camposanto, donde sólo quedaban restos de republicanos, también se abstrae un relato conjunto, poco amigo de la exageración, preciso y locuaz como una fotografía amarga. La exhumación, apunta Sebastián Fernández, ha permitido reconocer a las víctimas de Málaga, que, en alrededor de un cincuenta por ciento, no superaban los 20 años. Lo más descorazonador, la presencia de un centenar de mujeres, algunas de ellas embarazadas, y de sesenta niños, en su mayoría huérfanos de republicanos fallecidos por la hambruna y las epidemias.
En el análisis de los fallecidos, se ha descubierto un retablo social tan diverso como penetrante: párrocos abrazados a grandes crucifijos, mujeres con la medalla de la Virgen del Carmen, ferroviarios, invidentes, estudiantes. Han sido más de un centenar de catas. El silencio empieza a revertir en Málaga.
Los familiares piden un ´Parque de la Memoria´
Los trabajos de recuperación de la memoria histórica no concluyen con el sellado de la última zanja. A los estudios de identificación de las víctimas, desarrollados en colaboración con la Universidad de Málaga, se une un proyecto consagrado a las víctimas: la conversión de una parte de San Rafael en un parque conmemorativo, propuesta que el colectivo tiene previsto trasladar al alcalde, Francisco de la Torre, en los próximos días.
Los familiares no están dispuestos a que en Málaga ocurra como en Villagrimaldi, el gran cadalso de la dictadura militar de Augusto Pinochet, sepultado en la actualidad por una superficie recreativa. El protocolo de inicio de las excavaciones, respaldado económicamente por la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento, incluye la construcción de un mausoleo y un monumento provisto de los nombres de los represaliados, que serán sepultados en su interior, con el permiso de sus allegados, en el momento en el que concluyan las pruebas de ADN. Una construcción que la asociación quiere completar con el dibujo de las zanjas y la encomendación a la memoria de, al menos, la parcela de San Francisco, la más poblada de fosas del antiguo camposanto.
En principio, el Ayuntamiento se comprometió a respaldar el monumento e insertarlo en el parque municipal que se proyecta en el cementerio. La iniciativa de la asociación supondría una nueva apuesta por la devolución definitiva de una dignidad arrebatada y perseguida, durante más de medio siglo, por miles de personas. Muchas de ellas han asistido a los trabajos de San Rafael desde el primer golpe de pala, que suscitó el interés de personalidades y medios de comunicación de países tan remotos como Estados Unidos o Australia.
La presencia de hijos y nietos de represaliados ha sido una constante. En la memoria de la memoria, en el apéndice del último tramo, restallan palabras y personas que no han querido perderse lo que consideran poco menos que el velatorio de sus familiares. La mayoría desconocía su paradero. El resto no tenía derecho de arrojarle flores, de nombrarlos en voz alta. San Rafael ha traído sus nombres, su historia, por fin, no está clasificada.
Los trabajos de Málaga serán el referente de toda España
El cementerio de San Rafael se ha convertido en un carrusel orográfico. A cada metro, surge una hondonada, un golpe de arena casi racional, un montículo perfectamente apilado. Las fosas han sido cubiertas y selladas para que la lluvia no desdibuje su contorno. En su extremo, un cartel detalla la fecha de la excavación, la profundidad, el número de cuerpos. Es el último emblema ejemplar de un trabajo ponderado como ejemplarizante, meticuloso, exquisito, que servirá de modelo al resto del país.
Son muchos los extremos que definen la investigación en el camposanto como extraordinaria, pero también los que la hacen insólita. Se trata de la única de España que no ha estado precedida por una refriega judicial, que ha logrado aunar el apoyo de todos los partidos políticos e instituciones. Cuando en el resto del país se hablaba de autos y jurisdicción, aquí ya se habían puesto los pies en la zanja. Su protocolo de actuación ha sido copiado por el resto de Andalucía y remitido al Gobierno. Cada vez que se inicie una excavación en el país, el funcionamiento, medido paso a paso, seguirá lo que se ha hecho en Málaga.
En el grupo de trabajo, la comunión excede lo profesional. El equipo de arqueólogos de Sílex Patrimonio, comandado por Andrés Fernández, trabaja más allá de las horas regladas, los voluntarios llegaron desde todos los puntos de España y de países como Estados Unidos, los colaboradores, caso de Rafael Molina, acuden a diario, la implicación de la Universidad de Málaga es total y humana. "Aquí somos una familia, hemos congeniado", dice José Dorado, presidente de la Asociación contra el Silencio y el Olvido por la Memoria Histórica.
En San Rafael no existe ni un sólo minuto en el que no se perciba el afecto, los sentimientos enraizados. Si preguntas por el balance, te dicen que no te olvides de agradecerle a Antonio Oliver, a Cristóbal Alcántara. A José Alberto. A Paco. A Andrés. A Sebastián Fernández, director de los trabajos de campo. Los profesionales abrazan y escuchan a los familiares. El presunto afán de revancha, tan vívido en los debates políticos, parece una ficción literaria. "Lo único que queremos es enterrar a nuestros padres", comentan.
Francisco Espinosa, investigador del colectivo, repasa también los momentos duros. Él los conoce como nadie. Su trabajo en los archivos ha sido ímprobo, casi inacabable. Y las inclemencias climáticas, constantes. Dice que lo que más le sobrecogió fue encontrar restos de niños. "La primera vez que vimos una fosa por dentro fue muy difícil para todos", señala.
El esfuerzo aún no ha declinado. Las dependencias de Parcemasa escenifican ahora un trabajo de clasificación prolijo, destinado a facilitar la labor de las clínicas de ADN, que han empezado a tomar muestras a los familiares. Allí los restos están individualizados por cajas, con sus enseres personales y una ficha en la que se detalla cada pieza y se aventura la edad del fallecido a partir de la formación de su cráneo, de las suturas de algunos de los huesos. "Eso lo determinarán los especialistas, pero estamos tratando de darles los restos con la mayor aproximación posible", dice Andrés Fernández. "Echamos las horas que haga falta, lo hacemos por las familias, por esta gente, por Paco, por Pepe". No hay nada más lejano al debate.

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