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martes, 22 de junio de 2010

Conciencia de clase

Antonio Tellado

Secretario Político de la Agrupación "Andrés Rodríguez" del PCA de Málaga

Últimamente la palabra crisis es de las más repetidas, tanto en los medios de comunicación como en las conversaciones de la gente, al tiempo que nadie tiene, a estas alturas, la menor duda de quienes la han originado: la codicia desmedida de banqueros y capitalistas, máximos beneficiarios de la economía globalizada que se nos ha presentado como la única posible, sin embargo, ante la catástrofe a que esa economía nos ha llevado, mucha gente se pregunta cómo ha podido producirse tal desastre si durante décadas no se paraba de crecer. La respuesta es sencilla, mucho más sencilla de lo que los interesados economistas del sistema nos explican: el crecimiento sostenido de tantos años ha servido para multiplicar los beneficios de los grandes capitalistas, un número reducido de la población, mientras que al resto (medianos y pequeños empresarios, comerciantes, agricultores, trabajadores, etc.) sólo han llegado las migajas del festín. Ahora, con las vacas flacas, se recurre al viejo y manido argumento de que todos vamos en el mismo barco y que hay que salvarlo, pretendiendo que paguemos la fiesta los que nos quedamos en la puerta porque no nos dejaban entrar; claro que todos vamos en el mismo barco, pero como en el Titanic, sólo hay botes para salvar a los pasajeros de primera, mientras se deja que el resto se hunda en el abismo del fondo marino. Sí, todos vamos en el mismo barco, pero ya va siendo hora de que la mayoría imponga a los de primera la razón del bien común.

Hay que hacer memoria y recordar que en los años de bonanza, los bancos y las multinacionales aumentaban cada año sus beneficios en un veinte o un treinta por ciento sobre los del año anterior, mientras los sueldos y las pensiones sólo lo hacían –cuando lo hacían- en lo que aumentaba el coste de la vida: muy poco. Esa es la economía que quiere salvar el partido socialdemócrata que gobierna en el reino, imponiendo reformas a costa de las espaldas de los trabajadores y los pensionistas, reformas que al otro partido que en el turno hace ahora el papel de oposición, derecha pura y dura aunque tenga la desfachatez de presentarse como el partido de los trabajadores, les parecen insuficientes, porque pide más sangre. Y mientras, engañada, mucha gente acepta el sacrificio como algo inevitable, como lo único posible.

Todo ello ocurre porque la mayor parte de los que hoy son víctimas de esa agresión, olvidaron hace tiempo que sus intereses y los de los banqueros y magnates, no sólo son diferentes, sino que son contrapuestos; que si se les deja, los ricos se hacen cada día más ricos porque otros, en nuestro país o en África, se hacen cada día más pobres, ya que la riqueza y la pobreza son dos caras de una misma moneda. La crisis ha hecho caer las caretas y los velos tras las que se ocultaban los pontífices y los servidores de la religión de nuestros días: el Mercado; ahora, con las vergüenzas al aire, todo el que quiera podrá ver la realidad tal como es y contemplar el terrible rostro del capital, codiciosa bestia insaciable que cada vez pide más sangre para alimentarse, y que, lo que hoy está pidiendo, amparado por los gobiernos a su servicio y por los instrumentos financieros creados a tal efecto, el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros muchos, no es otra cosa que seguir aumentando sus beneficios a costa de lo que sea, sin importarle sembrar ruina, muerte o terminar con la vida en el planeta.

Los gobiernos nada dicen en sus campañas electorales de las reformas que luego imponen, tenemos ejemplos muy recientes en Alemania o Gran Bretaña, donde las primeras medidas de los partidos que han asumido el gobierno han sido el ajuste duro, algo que ocultaron en sus recientes campañas, ni una palabra al ciudadano, cuando lo razonablemente democrático hubiera sido advertir a sus electores sobre lo que iban a hacer, como tampoco dice el PP español cuáles son sus intenciones si ganara, pero no, no se trata de presentar un programa y que el ciudadano elija responsablemente, nada de eso, de lo que se trata es de montar mascaradas en los medios de comunicación y conseguir el voto como sea para gobernar al servicio de los poderosos, después ya habrá forma de torear a los electores.

No cabe duda de que la ofensiva del capital que estamos padeciendo es el resultado de un plan del que no son ajenos los ases y los reyes de la baraja que todos los años, aunque parezca un relato o una película de ficción, se reúnen secretamente como estado mayor del capitalismo para marcar la estrategia a seguir. En su presunta hoja de ruta la muerte y el hambre están omnipresentes en el Tercer Mundo, mientras que, en lo que respecta a Europa, con una tradición de sociedad del bienestar, el camino tiene necesariamente un mayor recorrido: durante décadas se ha fomentado el individualismo egoísta y la insolidaridad hasta alejar a las masas de la política, empujando a la abstención, desengañadas, a muchas personas que en su día estuvieron comprometidas con el desarrollo de la sociedad; se ha hecho lo indecible para eliminar del panorama político a los partidos de izquierda que se cuestionan el sistema; desde los medios de comunicación machaconamente se desacredita la política y la gestión pública intentando dejar a la democracia en su mínima expresión, y por último, ahora ha tocado el turno de cargarse a los sindicatos, privados cada vez más, por la derechización de las masas y de ellos mismos, del apoyo natural de los trabajadores. No cabe duda de que para la gente de a pie ha llegado la hora de despertar, porque si se pierde esta batalla, la bestia, libre ya de cualquier resistencia nos va a quitar mucho más: disminuirán los salarios, congelarán indefinidamente las pensiones hasta dejarlas en nada, desaparecerá o degradarán la seguridad social, los trabajadores perderán sus derechos, y así sucesivamente…¿quién se lo va a impedir? Mientras tanto, la monolítica prensa -periódicos, radio y televisión-, sin la menos fisura, respalda el ajuste duro y lo que venga, sin hacerse eco de lo que piensen millones de personas, porque en un sistema basado en la propiedad privada de los medios de comunicación, ya sabemos quienes ostentan su propiedad, y también que el que paga manda.

Un multimillonario americano decía a un periodista: La lucha de clases existe, pero van ganando los míos. Y es que los ricos siempre tienen conciencia de clase. A ver si en el otro bando, el de los que vamos perdiendo, nos damos cuenta también de que, querámoslo o no, aunque nos tapemos los ojos como los niños pequeños para no ver lo que no nos gusta, esa lucha es una realidad y que estamos ante un ataque a los derechos conseguidos durante siglos con enormes sacrificios. Nos ha tocado vivir un momento decisivo –y dramático- porque, si hoy nos dejamos arrebatar lo que un día recibimos, mañana seguramente será demasiado tarde y sólo nos quedará el lamento inútil.

Publicado en larepublica.es

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