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domingo, 19 de septiembre de 2010

Un sindicalista a favor de las reformas

Antonio Somoza/ Rojo y Negro
Dicen algunos comentaristas en los medios que los sindicalistas no queremos que cambie nada en la política económica y que las medidas que propone el Gobierno -con el visto bueno de la UE, el FMI, el BM, la OCDE, el BCE y toda la sopa de letras neoliberales que tratan de escribir nuestro futuro en negro- son dolorosas, pero inevitables… Pues una de dos… o están mal informados y no se ajustan a la verdad (cosa que sería preocupante, pero poco probable) o actúan como voceros de sus amos
y mienten descaradamente (bastante más probable y mucho más preocupante).
Soy miembro de la CGT, uno de los sindicatos que ha convocado huelga general el próximo día 29 y, sin embargo, entiendo que es necesario…, imprescindible, adoptar reformas en el ámbito financiero, fiscal, social e incluso laboral. Pero no las que plantea el Gobierno o las que parece que puede plantear el PP (son una verdadera incógnita, pero no es prudente pensar que en caso de gobernar se iba a apartar un ápice de las
coordenadas marcadas por los de la sopa de letras neoliberal).
REFORMAS FINANCIERAS
Las emprendidas hasta el momento en el ámbito domestico van destinadas a terminar con los restos de la banca pública. Mientras tanto en Europa, con la normativa Basilea III, se da condiciones muy beneficiosas a los bancos que se enriquecieron en las épocas de bonanza con la especulación. No hay medidas reales que impidan el rebrote de productos especulativos, ni cortapisas a los repartos de dividendos y a las jubilaciones multimillonarias de los ejecutivos que nos trajeron al punto actual de crisis.
Es evidente que hay otro camino. El que potencia la banca pública, dedicada a liberar créditos a sectores productivos. Un camino que recorta el nivel de beneficios de inversores y de ejecutivos y que trata que el dinero público beneficie más al tejido social. Una banca y un sistema financiero ético, en la línea del banco de los pobres y de las tasas a las transacciones financieras. Pero este es un tipo de camino que ignoran y desprecian los de la sopa de letras.
REFORMAS FISCALES
También en este apartado hay un doble ámbito de aplicación: internacional y nacional. En el primero, aún recuerdo algunas soflamas en los primeros momentos de la crisis, contra los paraísos fiscales que enturbian todo los procesos económicos: que hacen competir en términos imposibles a empresas radicadas en un país normal y que ocultan del control y del reparto hacia los más desfavorecidos miles de millones de euros de muy pocas personas, las que se enriquecen incluso en los momentos de crisis.
De aquellas buenas intenciones, nunca más se supo. Parece que a la hora de tomar algún tipo de medidas para salir de la crisis siempre se olvidan de estos lugares de los que siempre se acuerdan cuando tienen que colocar sus millones los grandes ejecutivos, los políticos, los mafiosos y los traficantes de armas, de narcóticos y de personas.
En España también sería necesaria una reforma fiscal, pero no en el sentido de subir el IVA como ha decidido el Gobierno, sino más bien en actuar donde hay dinero de verdad, recuperando los impuesto del Patrimonio y de Transmisiones, aumentando el IRPF de la rentas más altas, el IVA de los artículos de lujo, la tributación de las Sociedades de Inversión de Capital Variable (las Sicav en las que los multimillonarios logran beneficios gravados con un ridículo 1%) y mejorando la lucha contra el fraude.
REFORMAS SOCIALES
También en este campo el Gobierno se ha plegado a los deseos de los de la sopa y solo se le ocurren medidas destinadas a cargar sobre los más débiles el peso de la salida de la crisis. Recortes y endurecimiento de las condiciones de cobro del paro, aumento de la edad de jubilación, modificación y aumento de los años para el cálculo de las pensiones. Y la amenaza de nuevas medidas en la misma línea para dentro de unos meses. Después del desmantelamiento del sector público en campos estratégicos como las energías y los transportes, las amenazas se ciernen sobre las dos grandes áreas que garantizan una cierta cohesión social: la sanidad y la enseñanza.
Mis propuestas alternativas en este campo pasarían, primero por un recorte significativo de los fondos públicos destinados a la Iglesia Católica y al resto de confesiones religiosas; mantenimiento de las condiciones de jubilación de los trabajadores y aplicación de la misma normativa en cuanto a años de cotización y fórmula de cálculo e
incompatibilidad en cobros múltiples para la clase política; recuperación de un sector público potente en el campo energético y de transporte y apuesta clara por la enseñanza y sanidad pública eliminando todo tipo de subvenciones a centros privados y/o concertados de estos sectores.
Por cierto, tampoco estaría de más que alguien aclarara cómo es posible que en Francia, para hacer viable el sistema de pensiones, quieren imponer un aumento en la edad de jubilación de 60 a 62 años y en España, con unos salarios y unas pensiones menores y con un paro elevadísimo, en lugar de rebajar la edad a esos 62 años, para facilitar el acceso al trabajo a los jóvenes, tratan de aumentarla a 67 ¿Dónde van a encontrar
trabajo los parados? ¿Cobran menos los jubilados franceses? ¿Tienen menor esperanza de vida que los españoles? ¿Por qué no aprobar por decreto la obligatoriedad de morirse en el curro?
REFORMAS LABORALES
Aunque parezca imposible… también en este campo estamos de acuerdo. Compartimos la necesidad urgente de una reforma laboral, pero no coincidimos con el marco geográfico de aplicación: Ellos pretenden aplicarla aquí para acercarnos a las condiciones laborales de China, India, Birmania o Marruecos y hacernos competitivos con la esclavitud y nosotros proponemos que esas reformas laborales se acometan en el
sudeste asiático, Sudamérica y África para que los trabajadores de esos países tengan unas condiciones de trabajo mínimamente dignas, que disfruten de sistemas de enseñanza y sanitarios públicos, que tengan derecho a vacaciones, a jubilación y a Seguridad Social.
Se trata de que los gobiernos y las instituciones europeas dejen de velar por los intereses bastardos de las multinacionales y se preocupen un poco por el bienestar de sus ciudadanos y la dignidad de los trabajadores de todo el planeta. Que no sigan obligando a adoptar medidas para reforzar una situación sumamente injusta y hagan algo por la dignidad de los trabajadores. ¿Somos conscientes de que con la globalización la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado hasta la náusea? ¿Somos conscientes que con las medidas que bendicen los de la sopa de letras han dado a los empresarios un siglo entero de plusvalías (Producir a precios del siglo XIX y vender a precios del s. XXI)? ¿Somos conscientes de que si no hacemos nada lograrán incluso ahorrarse el transporte porque podrán disponer de esclavos cualificados en la misma Europa? Ese camino llevan porque para ser competitivos con seres humanos que son tratados como esclavos solo hay dos caminos: O forzamos que ellos salgan de la esclavitud (prohibiendo el comercio y la venta de productos elaborados en condiciones indignas) o estamos condenados a compartir el rol de esclavos para poder competir y para que los beneficios empresariales, a salvo en los paraísos fiscales, sigan aumentando de forma exponencial.
RESPUESTA GLOBAL
Esta vertiente global de la actual crisis y el carácter, también global, de las recetas que están aplicando todos los gobiernos de Europa, bajo la atenta mirada de los de la sopa de letras neoliberales, nos obliga a dar una respuesta igualmente global. Es cierto que, de momento, la crisis está afectando más a los ciudadanos griegos que a los austriacos
o a los trabajadores españoles que a los franceses (ya nos gustaría a nosotros que nos jubilaran a la edad que quieren hacerlo en Francia).
Pero de una u otra forma, con más o menos intensidad, en toda Europa están atacando los derechos laborales y sociales conquistados tras años de lucha y después de mucha sangre derramada durante los dos últimos siglos. Y continuarán haciéndolo de manera progresivamente acelerada si no ponemos freno al ansia insaciable de la acumulación de beneficios.
Para ello no podemos hacer frente un solo sector o un solo país. Ni las protestas de Francia, ni las cinco huelgas generales de Grecia, ni, por supuesto, el pasado paro de funcionarios de España van a parar esta locura. Sólo una respuesta amplia y coordinada de todos los trabajadores de todos los países europeos y la amenaza a los políticos de que puedan peligrar sus poltronas puede forzarles a mirar la realidad con otros ojos y no solo con las orejeras que les han puesto quienes nunca ganan suficiente para su ambición.
La convocatoria de huelga general del próximo día 29, coincidente en varios países europeos, y las protestas tanto en cada país como en Bruselas es un paso en la buena dirección. Un paso que tenemos que dar todos. No valen excusas. Es cierto que a los que sigamos la huelga nos retiraran 50, 60 o 70 euros de nuestro salario, pero lo que está en juego tiene mucho más valor: la dignidad, la jubilación, las condiciones de trabajo, la seguridad social, la enseñanza, las vacaciones, el salario… ¿Estamos dispuestos a convertirnos en esclavos por lo que vale llenar un depósito de gasolina del coche? Yo creo que no… ¿y vosotros?
El día 29 todos a la Huelga General.
Antonio Somoza
Secretario General del Sindicato de Enseñanza de CGT en Málaga
Director del periódico “Barricada de papel”

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