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miércoles, 13 de noviembre de 2013

José Luis Centella, Secretario General del PCE: "Queremos ir a un nuevo proceso constituyente"

A pocos días de que arranque el Congreso del PCE, su secretario general cuenta en esta entrevista los retos que se plantea el partido sobre cómo afrontar la salida de la crisis que pasa, entre otras cosas, por abordar un nuevo proceso constituyente que recoja por ley los derechos sociales y plantee un referéndum sobre el modelo de Estado: Monarquía o República. José Luis Centella, portavoz de IU en el Parlamento aboga por una “revolución en letras mayúsculas” respaldada por una mayoría social en España.
nuevatribuna.es 
Lo que vamos a tratar en este Congreso es que salgan propuestas concretas sobre cómo afrontar la salida de la crisis
El día 15 de noviembre comienza en Madrid el 19° Congreso del Partido Comunista de España. El PCE se fundó en 1921 y es un partido histórico con una larga trayectoria que ha recorrido la historia de España en paralelo con la sociedad durante casi todo el siglo XX y parte del siglo XXI. ¿Cómo enfocáis este nuevo Congreso en la crisis política y social que vive España y el mundo hoy?
José Luis Centella: Efectivamente, es un partido con historia y lo más importante con presencia, porque el futuro vendrá dado por el presente. Nosotros enfocamos este Congreso desde la consolidación del proyecto. A nadie se le escapa que hemos sufrido una crisis larga, incluso de nuestro proyecto político que es Izquierda Unida.
En el anterior Congreso, hicimos una renovación y hemos consolidado al PCE  en su fase de reconstrucción. Por eso, presentamos este Congreso con la idea de consolidar al partido y dar forma a un discurso que confronte con lo que hoy entendemos que necesita la salida de la crisis. Por eso, el lema -que viene siendo nuestro lema de los últimos tiempos-,“una salida social, anticapitalista y democrática de la crisis”. Lo que vamos a tratar es que salgan propuestas concretas sobre cómo afrontar la salida de la crisis, que no solamente es de gestión, pues es una crisis del sistema.
¿Dónde quedan en ese proyecto las viejas raíces de la lucha por el socialismo, de las transformaciones radicales de la sociedad capitalista? ¿En qué se conservan en un proyecto de transformación en el siglo XXI?
En este momento más claramente que nunca, estamos haciendo un discurso donde planteamos que el problema no es de gestión del sistema, sino del sistema. Esto quiere decir que cada vez es más evidente que dentro del capitalismo, no tienen solución los problemas de la humanidad y por tanto hay que plantear una alternativa al capitalismo. Allí es donde nosotros planteamos la alternativa socialista y también en un horizonte -al que no renunciamos- de la sociedad comunista, entendida como la superación de las clases. En esta vieja Europa empieza a hacerse evidente que el capitalismo no resuelve los problemas. No se trata de gestionar mejor el capitalismo, como en un momento determinado la socialdemocracia pudo creer, que era posible la gestión buena del capitalismo que hiciera innecesaria la transformación social. Se ha demostrado que al capitalismo no se le puede domesticar, no se le puede humanizar porque finalmente la cabra tira al monte y el capitalismo tira a la barbarie. Desde ese ámbito, estamos convencidos de que hay que plantear una alternativa que vaya más allá de la simple gestión. Frente al capitalismo, que cada vez plantea una democracia más limitada, planteamos la democracia más avanzada, que además no suelen ser democracias políticas, sino también sociales y económicas.
La globalización capitalista ha cambiado muchas cosas, pero no la naturaleza depredadora del capitalismo, del sistema mismo. En las viejas ideas de la tradición comunista, socialista, marxista, el sujeto de la lucha contra la sociedad capitalista era la clase obrera. Hoy el trabajo en el nuevo capitalismo financiero ha perdido valor, el capital  obtiene grandes beneficios destruyendo el tejido productivo y los empleos. ¿Cúales son los nuevos sujetos sociales de cambio en la sociedad capitalista de ahora?
El trabajo no ha perdido valor, el problema es que el concepto de trabajo del siglo XXI no es el mismo del siglo XIX. Pero la contradicción capital-trabajo sigue siendo la contradicción fundamental. Hoy no hay grandes fábricas, pero el trabajo sigue siendo el elemento que genera riqueza. ¿Cuál es el problema? El capitalismo está intentando que lo que genere riqueza sea la especulación, frente a lo que verdaderamente genera riqueza social que es el trabajo. Quien genera riqueza realmente es el trabajador, que puede ser un trabajador esclavizado en condiciones tercermundistas o puede ser un trabajador de etiqueta, o puede ser un trabajador en una oficina, o puede ser un trabajador en su casa; pero no deja de generar una plusvalía. Para nosotros el motor sigue siendo la clase trabajadora que hoy no lleva mono, pero sigue siendo la que fundamenta al resto de la sociedad. Esa mayoría social trabajadora sigue siendo el motor de la historia. ¿Qué ocurre? La conciencia de clase es mucho más difícil crearla en condiciones en las que la clase obrera esté muy diseminada, incluso estratificada, que cuando hay una gran concentración de trabajadores en una fábrica de diez mil personas.
Uno de los objetivos de este congreso es analizar –hay estudios hechos, estamos trabajando en ello-, cómo caracterizamos a la clase obrera en este momento histórico. Porque es verdad, que a veces hacemos un discurso para la clase obrera del siglo XIX y principios del XX. Pero eso no quiere decir que no haya clase obrera, porque lo más antiguo del mundo es la explotación.
Hay explotación porque hay apropiación de la riqueza. Hay quien dice que el marxismo está anticuado, en el fondo lo que está anticuado es la explotación y el marxismo trata de responder y analizar la realidad para transformarla.
Las deslocalizaciones y la competencia generan fracturas y conflictos de interés entre los trabajadores de distintos países, aunque pertenezcan a la misma empresa. También algunos sectores económicos que emplean millones de trabajadores forman parte de la cadena de depredación del medio ambiente y del expolio de los recursos del planeta y en un futuro tendrán que experimentar una gran transformación.
Sí, el problema es quién dirige el proceso. Efectivamente, el problema es que actualmente, con las bases técnico-científicas disponibles para la humanidad, para que todo el mundo pudiese vivir modestamente acomodado -como dicen los chinos-, no haría falta la sobreexplotación del planeta. Se sobreexplota el planeta porque hace falta mantener un nivel de beneficios económicos. Nosotros también planteamos de manera concreta que la industria militar tendría ya que desaparecer y sustituirse por la industria civil, en un mundo donde, por ejemplo, faltan hospitales, podemos transformar esas industrias. Hace falta una dirección política que ponga la economía al servicio de las personas. Pero, efectivamente, existen contradicciones. El problema es de desequilibrio. Estoy convencido que actualmente, con los avances técnicos-científicos en un mundo planificado –la palabra maldita del capital-, habría suficiente para un reparto equitativo de la riqueza y el desarrollo, pero tiene que disminuir el desequilibrio. Y, con eso, la segunda palabra maldita: solidaridad -no uniformidad- en todo el planeta que equiparase la realidad de los seres humanos.
Respecto a las contradicciones internacionales de la clase obrera no es algo nuevo: la Internacional nace precisamente para unir a los obreros del planeta. Si uno lee el acta de la Primera Internacional no tiene nada que ver la realidad española con la realidad alemana. Desde ese principio, en estos momentos hay un choque de intereses, si se mira desde la órbita capitalista, entre trabajadores chinos y trabajadores del resto del mundo. Eso solo se puede resolver cambiando el sistema, porque el sistema capitalista no lo va a resolver ya este mundo está diseñado para que un tercio de la humanidad, que es el primer mundo, viva a costa de los otros dos tercios. En el momento en que esos dos tercios empiezan a emerger, empiezan a desarrollarse, como China, Brasil o India, este planeta no tiene sentido tal y como está configurado. El nivel de desarrollo alcanzado en el primer mundo solamente se puede mantener a costa de que los otros dos tercios no consuman. No soy ecosocialista, pero pienso que ese pensamiento debe ser una parte más de lo que debe ser el socialismo o el comunismo como meta.
A finales de los años setenta, con la explosión de la globalización ultraliberal, se abre una etapa de desregularización capitalista, de predominio de las economías financieras, de aumento de las desigualdades, que ha culminando con la gran recesión de hoy. Pero lo cierto es que, paralelamente, en ese período de pujanza ultraliberal, la alternativa revolucionaria que supuso el llamado socialismo real en la URSS y otros países europeos concluyó en una liquidación desastrosa del modelo. Supongo que esa frustrada experiencia histórica debe inducir al PCE a una reformulación del concepto de revolución, entendida al estilo soviético, de la toma de poder del Palacio de Invierno, o de la propia democracia como modelo político. ¿Cuál es la herramienta para afrontar las transformaciones en el mundo de hoy?
Alguien dijo que las revoluciones nunca se pueden copiar y quien las intenta copiar acaba en el esperpento. La revolución del '17 tuvo unas condiciones, la Revolución Cubana tuvo otras y la china otras, o la que se está produciendo ahora mismo en parte de Latinoamérica tiene otras. Nunca pueden ser copiadas. El PCE de hoy no tiene el mismo modelo del Partido Comunista de Bullejos, que estaba en 1931 en una esquina de la Puerta del Sol diciendo: ¡Abajo la República, viva la Unión Soviética! ¿Por qué? Porque en ese momento no se podía repetir la revolución soviética en España como ejemplo. Sin embargo, sí tenemos una continuidad cuando Pepe Díaz decide salir a defender la república burguesa, pero no para quedar a mitad de camino porque nuestro objetivo no era esa república, sino porque también era nuestra república. A mi modo de ver –alguna cosa he escrito sobre ello-, la revolución en el siglo XXI, tiene una diferencia con las revoluciones del siglo XIX y XX. La revolución del siglo XX tenía como objetivo la toma del poder  y hacer las transformaciones sociales desde el Estado. En la revolución del siglo XXI que se están dando, el proceso revolucionario en sí, también forma parte de la revolución, que es la acumulación de fuerzas y la participación de la gente. Para la revolución del siglo XX hacía falta un grupo pequeño de gente que sintonizase con las masas porque sino perdían, pero se trataba de tomar el poder, como sucedió con Fidel en Cuba o en Rusia con Lenin… Los dos tenían el apoyo de las masas porque si no hubiesen fracasado, como fracasó el Che en Bolivia o Rosa Luxemburgo en Alemania, pero lo principal era tomar el poder.
Nosotros nos reivindicamos como herederos de la Revolución Soviética, en tanto que Partido Comunista, pero asumimos otros procesos revolucionarios que se han dado. Hoy en día, la Revolución con mayúscula, la que va a transformar la economía, la sociedad, la vida, tiene que ser una revolución de mayorías, muy participativa, donde la gente entienda que no basta solamente con coger y llegar a La Habana, sino que tiene que implicarse en cómo hacer que la economía funcione, cómo hacer que en un territorio como es América Latina -no precisamente del primer mundo-, se resuelvan los problemas concretos de la gente, cómo darle a la gente posibilidades para que participen y resuelvan sus propios problemas diarios, no solamente el gran problema de la economía nacional
Pienso que el PCE fue el motor y protagonista indiscutible de la lucha antifranquista, en la clandestinidad y en la calle. Pero cuando se hicieron las primeras elecciones tras cuarenta años de dictadura no obtuvo una representación acorde con su papel. Aún así, el PCE fue un protagonista muy importante de lo que se ha venido a llamar el Pacto de la Transición, en el acuerdo de la Constitución del 78. De hecho, propuso a los ciudadanos españoles que votasen a favor de la Constitución. Ahora está en marcha la destrucción de los consensos políticos institucionales y constitucionales de aquellos años. ¿El PCE da por terminado ese pacto y proponéis una reforma constitucional o un nuevo proceso constituyente?
Yo ya estaba en el Partido Comunista desde 1975, yo voté sí la Constitución y además la defendí y no me arrepiento. Creo que el error –lo digo de forma autocrítica- radicó en considerar a la Constitución como un punto de llegada. La Constitución, como todas las constituciones, es fruto de una correlación de fuerzas. El error de la dirección del partido, y de todo el partido –porque también era militante- era tratar la Constitución como un punto de llegada y, una vez firmada, pensar que eso era algo inamovible. La derecha –en este caso, más dialéctica y más marxista que la propia izquierda-, entendió que la Constitución es simplemente una foto fija en un momento determinado, que luego su desarrollo dependería de la correlación de fuerzas. Desde el primer momento en que la Constitución se firma, el Partido Comunista pasa a ser el defensor de la Constitución tal cual y la derecha empieza a vaciarla de contenido. De modo que se plantea el Estatuto de los Trabajadores, se plantea un desarrollo de la educación que favorece más a la educación privada que a la pública. La derecha va vaciando de contenido la Constitución, mientras que la izquierda, el Partido Comunista, no fue capaz de entender que el pacto constitucional no era un pacto inamovible. El Partido Comunista no tenía que haber situado a la Constitución como un punto de llegada; tenía que haber mantenido, al día siguiente de firmar la Constitución, sus reivindicaciones republicanas en alto, su reivindicación de transformación social en primer plano. Creo que ahí fue donde se provocó una desmovilización y desmotivación de un partido que estaba para la lucha y se situó en un elemento que en muchos momentos frenó la lucha. Otro elemento erróneo fue no reivindicar en la Transición la memoria democrática, que provocó que no se reivindicase el orgullo de nuestro pasado. No desenterrar los muertos -que todavía hay en la cunetas- ni que nuestra gente pudiese mostrar el orgullo de ese pasado, fue un error fáctico y estratégico del PCE en esa época. A partir de ahí, ¿qué ha dicho y qué aprueba el PCE en este Congreso? Planteamos que, en este momento, no nos sentimos obligados a ningún pacto constitucional. No ha existido ese pacto constitucional. Yo no tengo constancia de que existiese un pacto como tal, en el sentido de que era un pacto inamovible….
Bueno, según tú, el pacto se agotó, no que no existió…
Sí, pero no nos sentimos obligados a un pacto inamovible porque la derecha no se ha sentido obligada. A nosotros se nos queda corta la Constitución y a la derecha le viene grande. La derecha está en un proceso constituyente o deconstituyente, como cada uno quiera llamarlo, porque están desmontando la Constitución y en algunos casos con la anuencia del PSOE, como sucedió con la reforma del artículo 135 de la Constitución. Ahora, nosotros queremos reformar la Constitución, queremos ir a un proceso constituyente a la claras y que la derecha ponga su proyecto y si la socialdemocracia tiene otro, que lo ponga, y nosotros, desde la izquierda alternativa, también lo pondremos. Es un proyecto donde se reconstruya y se refunde una  constitución en la que los derechos sociales sean recogidos por la ley, en la que en el modelo de Estado los pueblos del Estado tengan encaje y, evidentemente, de opción republicana clara y nítida.
Lo que dices me evoca los grandes debates que hubo tras la muerte de Franco, es decir, la ruptura pactada o la ruptura democrática. Pero no es lo mismo una reforma constitucional que un proceso constituyente…
Efectivamente, siguiendo esa terminología, nosotros en estos momentos defendemos la ruptura democrática. Entendemos que esta Constitución se podrá reformar, pero al final no nos podemos hacer trampa. El Partido Popular no está reformando la Constitución, sino que está acabando con la Constitución. La constitución del '78 hace muy poco por el derecho a la vivienda, la educación, que son derechos que no existen ni siquiera en el papel, pero es que el artículo 135 acaba con todo lo que significa la planificación democrática de la economía, que también viene en la Constitución. Por lo tanto, nosotros creemos que habría que ir a un proceso  constituyente. Cuando se hicieron las primeras elecciones en 1977 no se habían convocado como unas Cortes constituyentes, pero aún así se impusieron así de hecho. Y efectivamente, al final hubo lo que se llamó la ruptura pactada, fue producto de una correlación de fuerzas. Nosotros planteamos ahora una ruptura democrática porque no aceptamos un pacto, no aceptamos el pacto de la segunda restauración. Lo hemos dicho públicamente: no aceptamos el pacto por el cual Juan Carlos abdique en su hijo Felipe. Nosotros reivindicamos la república y reivindicamos el referéndum por la república porque en este país no se ha podido votar sobre si se quiere una monarquía o una república. Lo que se votaba en el 1978 –cuando algunos dicen que con la Constitución se votó la monarquía- no era verdad. Si en el 78 se hubiese votado “No” a la Constitución la monarquía hubiese continuado. Se votaba entre una monarquía democrática y una monarquía franquista como mucho, pero lo único que no se ponía en cuestión en la votación del '78 era la monarquía. Incluso los golpistas que salieron a la calle el 23-F, salieron en nombre de la monarquía. Nadie puede decir que la monarquía se haya podido poner a la decisión de las urnas con la Constitución del '78, como mucho se puede aceptar que se votó una monarquía constitucional, pero no la monarquía. Si hubiese perdido el referéndum la monarquía seguiría estando. Por tanto, la monarquía hubiese seguido con las Leyes Fundamentales del franquismo. Queremos que haya un referéndum sobre monarquía o república. Estamos convencidos que si no lo ganamos, por lo menos vamos a quedar empatados. En ese caso, queremos que haya congreso constituyente, que se haga una nueva constitución, porque las constituciones, todas, tienen que adaptarse a la realidad cambiante.
El PCE apostó en 1986 por la opción de impulsar Izquierda Unida con otras expresiones políticas de la izquierda alternativa como un proyecto de acción política plural. Ahora estas propuestas de proceso constituyente, de ruptura democrática, ¿ tienen el apoyo y son asumidas por Izquierda Unida en su conjunto? Por otro lado, resulta obvio que un nuevo proceso constituyente requiere mayorías sociales y electorales. ¿Con quién creéis que Izquierda Unida y, el PC dentro de IU, deben conformar esas mayorías sociales y electorales?
Un proyecto político requiere primero la voluntad de hacer y un discurso, y después un proceso de acumulación de fuerzas, porque nosotros no queremos llegar al poder y en el poder hacer el proceso constituyente. Debe haber previamente una acumulación de fuerzas y fundamentalmente que sea social. Entendemos que hoy el proceso tiene que ser de acumulación de fuerzas sociales. Nosotros hemos planteado el bloque social y político, que luego tiene que hablar con la opción electoral para que la mayoría social se convierta en mayoría política. Pero eso es secundario, quien antepone en estos momentos las alianzas electorales a la acción del bloque social se equivoca; como mucho conseguirá ser una coalición electoral que va a tener mejores o peores resultados electorales según la coyuntura política, pero no podrá ir hacia la transformación social. Evo Morales empieza con el 4% y luego la acumulación de fuerzas le lleva a ganar las elecciones, pero esto es fundamentalmente acumulación de fuerza social, que luego se acumula en fuerza política y acaba formando una coalición. Nosotros  anteponemos –y en esto el PCE tiene más claridad que Izquierda Unida-, la construcción del bloque social y político. Lo llamamos Bloque Social Alternativo: es un bloque social, integrado de una forma autónoma, por la gente que está luchando en las mareas, los sindicalistas críticos, toda la gente que está luchando por una salida de la crisis que cuestione el sistema, no que quiera mantener el sistema. Estamos convencidos de que estamos en un proceso de acumulación de fuerzas. No estoy planteando que las próximas elecciones sean las elecciones en las que vaya a ganar la alternativa constituyente, pero sí es clave que ya sea un referente para mucha gente. Estamos metiendo el debate en la agenda política, mientras que la derecha lo  hace por la puerta falsa.
La acumulación de fuerzas a la que te refieres, ¿la entiendes exclusivamente en torno a Izquierda Unida, a base también de la alianzas con otras fuerzas políticas?
No, no. Las alianzas sociales no pueden ser nunca en base a Izquierda Unida, tienen que ser en función de la lucha social. Luego, ¿cómo se plasmará eso electoralmente? Eso, en cada momento, estará determinado por la coyuntura. Está claro que hoy en día, Izquierda Unida tiene un valor. Electoralmente es un referente, no con voluntad de exclusividad. En el parlamento estamos demostrando que se puede funcionar en el mundo de la izquierda plural perfectamente, se puede trabajar juntos desde la izquierda, siempre que haya un empuje social. Vuelvo a repetir: con la comunión de fuerzas con la gente que está luchando frente al desempleo, la gente joven que está luchando frente a la reforma educativa, la gente que lucha por la sanidad pública. Toda esta gente es la que va conformando esa mayoría social. ¿Que nos gustaría que luego haya una opción electoral?, sí, pero eso será más fácil si antes hay la voluntad de que esta lucha se convierta en lucha antisistema, en el mejor sentido de la palabra, porque eso es otra batalla ideológica, que es la batalla de las palabras. Porque el sistema intenta cambiarnos las palabras y cuando alguien dice que “es antisistema”, ya se lo imagina como el cojo Mantecas dando palos a las farolas  y, en realidad, antisistema es todo el que lucha por la sanidad pública, porque están acabando con el sistema público.
Sí,  pero también ha habido otras coyunturas de crisis de enorme gravedad en España y en Europa. Podemos recordar las entreguerras en Europa, o la defensa de la II República en la que la respuesta al fascismo y la guerra de la izquierda fueron los Frentes Populares. Es cierto que, quizás, no existe ese dramatismo, pero la democracia, el modelo ultraliberal está socavando no sólo los derechos sociales, azuzando la xenofobia, el chovinismo e incluso la propia democracia representativa. ¿No es imprescindible una respuesta común de todos los sectores de la izquierda?
En este caso, con diferencia a otros momentos históricos, nos planteamos combatir no solamente a la derecha, sino a las políticas de derecha. Por eso confrontamos con el bipartidismo, que ha sido un sistema que en este país ha perjudicado mucho a los trabajadores. Entiendo el bipartidismo como un sistema en el que lo importante es la estabilidad y para ello da igual que gobierne el PSOE o el PP. Tiene que haber estabilidad, aunque ambos partidos no son lo mismo. No vamos a decir nunca que es lo mismo PP que PSOE, pero sí es verdad que el bipartidismo ha hecho mucho daño a la consolidación de una opción radical de cambio en este país. Nos confrontamos, pues, con el bipartidismo, pero estamos dispuestos a alianzas sociales y políticas con todas las fuerzas que estén en este proceso constituyente que proponemos, con el objetivo de cambiar la política de derechas. Estamos contra la reforma laboral de Rajoy, pero no para ir a la reforma laboral de Zapatero, sino para superar la reforma laboral de Zapatero también. Ese es el objetivo de la lucha en la que ahora estamos.
La recuperación de la educación pública, la enseñanza pública, del sistema público de pensiones, es algo que interesa a muchos sectores políticos y sociales, lógicamente. ¿Caben dentro de Izquierda Unida otras opiniones distintas a la tuya o las del PCE?
No solo caben, sino que existen. Ahora existen y bastante bien integradas. En este mismo grupo parlamentario se puede ver. A mi modo de ver, ¿qué es lo que nos separa de la socialdemocracia e incluso de esa defensa del Estado del Bienestar mitificado?
​Nosotros entendemos que hay recuperar la sanidad pública, pero no para quedarse a mitad de camino. La socialdemocracia se plantea el Estado de Bienestar como un punto de llegada y se equivoca porque el capital al final la ha llevado al monte. La socialdemocracia, en un momento de la historia, creyó que el Estado de Bienestar -tal como se concibió en el centro de Europa y  que se podía extender al resto en un momento determinado- era un punto de llegada y , que por tanto, no hacía falta la revolución o la transformación social porque con la sanidad pública, la educación pública, las pensiones, etc., había un sistema de vida bien aceptado. ¿Qué ocurre? Frente a eso, el capital reacciona cuando lo considera necesario y lo tumba. Ahora nosotros queremos que para que el Estado de Bienestar sea irreversible hay que dar el salto a otra sociedad, que es la sociedad socialista. Esa es la diferencia: no batallamos solamente contra la derecha, sino para hacer irreversibles los cambios sociales. En eso, en Izquierda Unida hay muchas opiniones diferentes, hay incluso en la Izquierda Plural más que en IU: hay quien pone el acento, en lugar de en la contradicción capital-trabajo, en la contradicción medioambiental. Es un elemento importante y enriquece a la izquierda. Hay quien puede poner la contradicción fundamental en la radicalidad democrática; más que en la contradicción capital-trabajo, en la contradicción entre democracia y falta de libertades, con eso podemos convivir. El PCE no tiene ninguna voluntad de hegemonizar Izquierda Unida -en el sentido totalitario de la palabra- pero sí queremos ser un componente que aporte el grano de arena de una visión de clase o esa visión de contradicción capital-trabajo, porque creemos que es una perspectiva que enriquece el proyecto más allá de la coyuntura.
Izquierda Unida es un proyecto fundamentalmente que gira en torno a un programa concreto y el Partido Comunista tiene una visión más allá que Izquierda Unida que es la sociedad socialista que planteamos. Por tanto, me parece compatible un proyecto que nos permita hacer frente a la coyuntura y a la realidad en este momento y una visión de futuro.
Sectores muy amplios de la sociedad catalana se cuestionan la continuidad de Cataluña dentro del Estado español. ¿Qué opina el PCE? Dentro de este proceso constituyente que proponéis, ¿qué salida propugnáis a esa situación?
Sería pretencioso si dijese que tenemos la fórmula mágica para articular un Estado que lleva 500 años sin articularse. ¿Cómo se articula España? Lleva 500 años –por poner una cifra y no ir más allá- sin articularse. Aquí no ha habido una revolución burguesa que asentase un Estado burgués, no ha habido una serie de procesos hacia un modelo de Estado. La realidad es que no pienso que la ideología independentista en Cataluña sea mayoritaria, ni siquiera muy amplia –hablo de ideología-. Es verdad que se pueden incrementar esas posiciones según cómo le va a la gente y cómo se recibe eso en el resto del Estado. Si alguna vez en Cataluña avanza y triunfa la opción independentista será más por un fallo de los federalistas del resto del Estado que por un debate interno catalán.
El PCE, ya en los años 50 -hay un trabajo de Dolores Ibárruri, titulado “España multinacional y pluricultural”- siempre ha defendido la identidad de España como plurinacional o multinacional, eso significa el reconocimiento de un Estado federal no uniforme, un Estado federal con peculiaridades en Cataluña, Euskadi, también en Andalucía y a eso hay que darle salida porque si no la olla de presión acabará estallando. Si no hay una oferta federal, si lo que se oye en Cataluña es a la FAES o a los bestias que asaltan el acto catalán de la Diada en Madrid, si eso es lo único que se ve de Cataluña, la gente sale corriendo. Si lo que se propone es una España federal, que permite que Cataluña pueda desarrollar su autogobierno y que además tenga una financiación adecuada a sus necesidades, entonces la opción federal en Cataluña puede que sea mayoritaria. Esto lo veo desde un concepto de que el poder constituyente no solamente es económico o social, tiene que haber un proceso constituyente que nos permita también redefinir el modelo de Estado, porque sino esta España no aguanta la presión, porque España por mucho que se empeñe el Partido Popular no es uniforme. España, en su historia, es una España muy plural. También es verdad que los federalistas no hemos sido capaces de construir un modelo de Estado y eso es un lastre del que tenemos que desprendernos.
Izquierda Unida sube en los sondeos electorales y en pocos meses se abre un nuevo ciclo con las elecciones europeas, que continuará con las municipales y las generales como un rosario anual encadenado. ¿Vosotros buscáis un proceso de convergencia con otras fuerzas políticas o creéis que Izquierda Unida debe ser el único pivote sobre el que se organice una propuesta electoral de la izquierda alternativa?
No hay que buscar algo distinto al proceso en que ya estamos porque ya estamos trabajando sobre dos patas: una pata social que es la construcción de los bloques, que estamos trabajando con 40 0 50 colectivos; y otra pata más política, que es el grupo de la Izquierda Plural en el Congreso o la AGE en Galicia que está funcionando de forma muy satisfactoria. Nosotros estamos pues en un proceso de convergencia, en el que Izquierda Unida no pretende ser la fuerza sobre la que pivoten todos, pero hay una realidad que es que IU es la referencia mayoritaria de la izquierda alternativa en el Estado y eso es una realidad objetiva. Por tanto, las propuestas electorales en las elecciones europeas tienen que contar con la realidad objetiva de que IU es la fuerza que hoy tiene esa mayoría, que es referencia mayoritaria de la izquierda. Pero también tiene que contar, al mismo nivel, con la referencia social y con la de AGE y de ICV u otros grupos que quieran venir con nosotros en plano de igualdad. Otra cosa es hacer una lista electoral en que, si IU tiene el 45% de los votos, deba tener el 45% de diputados o si los candidatos de AGE o la CHUNTA o ICV puede ir o no ir en un puesto que no corresponda a su matemática electoral estricta. Debe ser una opción electoral donde IU también se vea identificada. Pero no estamos por diluirnos en otra cosa porque la actual dirección ha dado una batalla muy fuerte en los últimos siete años para consolidar Izquierda Unida como proyecto político. Esa posición no es incompatible con hacer alianzas. Pero si alguien nos plantea que nos disolvamos en otra cosa, -que ahora no sabemos qué es-, mi opinión, y la opinión del PCE, es que no hay que disolverse, sino que hay que esforzarse en Izquierda Unida, lo cual no es incompatible sino al contrario, es complementario con las alianzas más amplias, como hemos demostrado en Galicia donde el nombre no ha sido y no ha habido ningún problema; o lo hemos demostrado en Cataluña, donde Iniciativa es la parte más grande de la coalición; o en el Congreso donde la Izquierda Plural funciona bien y no medimos los tiempos de cada uno. Aquí, si uno ve las intervenciones parlamentarias, estoy convencido de que los compañeros de Iniciativa tienen más intervenciones que los de IU en el pleno, en función de los temas que llevan, no de otra cosa. De eso se trata, de ser una izquierda plural, pero en la cual Izquierda Unida no se va a disolver.
¿Pero excluís la posibilidad de convocar primarias ciudadanas como, por ejemplo, se ha hecho en Italia? Unas primarias abiertas en las que han participado posibles candidatos de distintos partidos.

Nosotros no descartamos nada. Tenemos unos estatutos que recogen las primarias. El proceso es diferente, en Italia se vive un proceso político en el que los partidos desaparecen y se tienen que consolidar en base a personalidades o procesos que los autolegitimen. Yo apoyo las primarias de los partidos a nivel interno, pero soy de los que creen que los partidos representan la ideología y defiendo a los partidos. Hay que ir a una ley que haga a los partidos más transparentes, democráticos y abiertos, pero partidos. No creo que haya que disolver los partidos en la nada. Por tanto, creo que las primarias son perfectamente posibles, pero no creo que sea la única opción, porque unas primarias tienen una ventaja, que dan una amplia participación, y una desventaja, que es que el que sale elegido no responde nada más que ante la masa. El que sale elegido en otro proceso tiene que responder ante quien lo ha elegido. No hay ni que demonizar las primarias ni tampoco considerarlas como el único elemento. En estos momentos, yo priorizo más que las primarias del modelo italiano, la convergencia social y política: converger con colectivos, converger con estructuras políticas en un bloque que nos permita ofrecer probablemente lo que se va a jugar en las próximas elecciones europeas, que es el sí o no al bipartidismo. Quien se la juega en las próximas elecciones europeas no es Izquierda Unida, no es Izquierda Plural, se la juega el bipartidismo. Lo que está en cuestión en este país es el bipartidismo. Por tanto, si en este país se demuestra en las elecciones, no solamente en las encuestas, que el bipartidismo no es la opción general del régimen, saldrán muchas más perspectivas y a partir de ahí jugaremos todos. Repito: no las descarto, pero tampoco creo que las primarias sean la única opción.

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