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lunes, 20 de enero de 2014

Pedro Moreno: "La Pirámide del honor"

Pedro Moreno Brenes
Ex-portavoz Municipal de IULV-CA
Ellos están en el panteón de la dignidad y los que los mataron en el pozo negro de la historia.
Asistí al acto en el que se inauguró un mausoleo en el antiguo cementerio de San Rafael de Málaga. En la pirámide se han grabado los nombres de 4.571 personas asesinadas por los franquistas (según la documentación existente) en las tapias de ese cementerio desde marzo de 1937 hasta 1957; en su interior se alberga los restos de las 2.840 personas que pudieron ser recuperados de las fosas comunes con estratos de cuerpos que eran cubiertos luego con una capa de cal viva. Hay que dar las gracias a las instituciones (Administración del Estado, Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Málaga y Universidad) y en especial a la Asociación Contra el Silencio y el Olvido y por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga y a los voluntarios; sin el apoyo de los primeros y el trabajo sin cuartel de los segundos esto no sería posible. Cuando intervine en ese acto señalé al monumento y dije que los que ahí están pasarán al panteón de la dignidad y los que los mataron al pozo negro de la historia.
Tengo claro que la II República, con grandezas y miserias, tuvo la voluntad institucional de que convivieran todos los españoles, sin embargo, el franquismo significó la eliminación física del oponente político mediante la muerte y el terror, planificado y ejecutado desde el Estado. Dicho lo anterior, los que defienden unas ideas de libertad y justicia son mis amigos aunque no piensen en todo como yo, y los que matan o están dispuestos a matar a personas indefensas por unas ideas son mis enemigos. Los compatriotas que hayan sufrido por sus familiares asesinados por identificación ideológica y política con los que ganaron la guerra, cuentan con mi respeto y compresión. No hay muertos de primera ni de segunda, da igual si el verdugo vestía una camisa de miliciano o una de falangista, en cualquier caso asesinar de forma fría merece la misma repulsa.
Yo visité esas fosas durante los trabajos de recuperación y estremecía pensar en los últimos minutos de esas personas antes de que las masacraran para caer en un montón de cuerpos acribillados; pensaba también de que materia estaban hechos sus asesinos, como convirtieron ese infierno en su rutinaria tarea de las madrugadas, en los camiones que sacaban a los presos de la cercana prisión de Málaga. El homenaje a quienes murieron por la libertad no puede ofender a nadie; para las generaciones que vienen detrás de nosotros, la guerra civil y el franquismo, desde la distancia emotiva de no tener tan cerca el dolor de los hechos, debe ser materia de estudio, como es natural, en las clases historia de España pero también en las de Ética, como paradigma de que nadie, sea quien sea, se sienta con el derecho a matar a otro por pensar de forma distinta.
El sábado 11 de enero de 2014 se les puso nombre y apellidos a muchos años de silencio y miedo. Muchas arrugas, muchas lágrimas, muchas emociones pude presenciar de hijos, nietos, familiares, de gente de bien que querían rendirles un homenaje.
En esos muros fusilaron a mi abuelo paterno en 1943 por sus ideas republicanas, tras una parodia de proceso militar. De pequeño acompañaba a mi padre a recoger unas llaves que nos permitían entrar en una zona del cementerio “especial”; después comprendí el porqué de esa especialidad. Cuando asesinaron a mi abuelo, uno de los empleados del cementerio reconoció el cuerpo en las fosas comunes y la familia logró que se enterrara de forma individualizada en esa zona, que estaba separada del resto de tumbas, supongo que para prolongar el estigma a esa personas y a sus familias. Finalmente sus restos yacen con los de mi abuela, a la que dejo viuda y con hijos pequeños. En la carta que conservamos, escrita días antes de su asesinato, a pesar de que le queda poco se despide de su esposa e hijos y los tiene en su pensamiento hasta el final al mismo tiempo que mantiene la esperanza de que las libertades y la democracia vuelvan a España. Jamás hizo daño a nadie y defendió con valentía sus ideas hasta el último momento.

Mi padre vivió con terrible amargura perder así a su padre pero nunca permitió que el rencor flotara en nuestra casa; pertenecía a esa generación de españoles que detestando a Franco y su régimen, jamás confundió el dolor y su legítimo deseo de justicia con el odio y el revanchismo. Cuando bajé al mausoleo y pude ver las cajas que contienen los restos de tantas personas me derrumbé un instante ante tantos proyectos de vida arruinados por los fascistas. Al salir, una persona me preguntó si tenía ahí a un familiar y no dudé en contestar que todos los que allí estaban eran también mi familia.

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