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domingo, 16 de febrero de 2014

En el 78 Aniversario del Frente Popular. Hacia un proceso constituyente para una nueva democracia: la III República

Hoy hace 78 años de aquel 16 de febrero de 1936 en que se celebraron elecciones a Cortes, motivadas por escándalos financieros de las derechas en el Gobierno, y al que concurrieron dos bloques electorales contrapuestos. La CEDA que unía por fin a los monárquicos y concertaba alianzas con los republicanos conservadores y radicales de Lerroux. Y por otro lado, el Frente Popular, cuyo pacto se firma el 15 de enero de 1936, agrupando a la izquierda republicana con los partidos obreros: PSOE, PCE, IR, UR, UGT, POUM, Partido Sindicalista y Partido Republicano Federal, y que contaba con el apoyo explicito del sindicato UGT y algunas secciones de la CNT.
El programa del Frente Popular se limitaba a la Amnistía general, la reintegración a sus puestos de trabajo de los represaliados por el movimiento de Octubre del 1934 y derogar las contrarreformas de la derecha, como  reinstaurar los ayuntamientos democráticos, hacer vigente la Reforma Agraria y el Estatuto de Cataluña, o las reformas de la legislación social y de enseñanza del primer periodo republicano.
El Pacto del Frente Popular- Frente de Izquierdas en Cataluña aglutinaba a toda la opinión de izquierdas, no obstante, cada organización política o grupo que lo integraba lo concebía de muy diversa manera. Para los sectores republicanos moderados y el PSOE se trataba de una alianza electoral más impuesta por las circunstancias. En cambio para el ala izquierda del socialismo, encabezada por Largo Caballero, muy reacia a la alianza con republicanos, era un pacto electoral de circunstancias que podría superarse por la acción de la clase obrera que debía marchar sola hacia la revolución. Para el PCE, el Frente Popular, no podía ser un limitado pacto electoral, sino que debía proseguir después y robustecerse con órganos de base, convirtiéndolo en un frente de lucha no solo en el Parlamento, sino principalmente en la calle, un frente que agrupara a todos los trabajadores en la perspectiva de hacer frente al fascismo.
 El Frente Popular, ganó las elecciones, con 257 escaños de 453 elegidos, en una jornada de gran participación popular (72’9%). En todas las provincias andaluzas gana el Frente Popular, siendo elegidos 17 diputados comunistas, entre ellos nuevamente Cayetano Bolívar por Málaga, Jesús Hernández y Bautista Garcés por Córdoba, y el comunista cordobés Adriano Romero por Pontevedra, Antonio Pretel Fernández por Granada, Antonio Mije por Sevilla y José Díaz por Madrid. 
Los socialistas promueven el cese de Alcalá Zamora como presidente de la República. Le sucede Azaña y Casares Quiroga se encarga del Gobierno.
La amnistía, la cuestión agraria, la cuestión nacional, el problema del paro y de los salarios de hambre, continuaban reclamando una inaplazable solución. Las huelgas se mantuvieron ininterrumpidamente, en gran medida hostigadas por la actitud de las patronales que abiertamente negaban el trabajo, muchas de ellas impulsadas por la CNT que no se consideraba ligada por ningún vínculo al Frente Popular. José Díaz en su discurso de Zaragoza de 1º de junio de 1936 se refería al respecto: “Antes de ir a la huelga es necesario agotar todas las formas posibles de lucha...estamos en un periodo en que los patronos provocan y atizan las huelgas por conveniencias políticas de sabotaje...”
La escalada de violencia por parte de las derechas y sus pistoleros falangistas y los más que evidentes indicios de conspiración militar contra el Gobierno del Frente Popular caracteriza esta etapa. Son asesinados el concejal comunista malagueño Andrés Rodríguez, el Presidente de la Diputación el socialista José Román y un vendedor de Mundo Obrero en La Coracha.
Las denuncias del PCE contra el peligro que se avecinaba para la República, de la amenaza fascista no fueron tenidas en cuenta, ni se tomaron medidas contra los conspiradores, se nombró a Franco Capitán General de Canarias, a Goded de Baleares y a Mola de Navarra. 
 El 18 julio de 1936 se produce el levantamiento militar y arranca la cruenta Guerra Civil. En ella el PCE nunca dejó de luchar en todos los frentes hasta convertirse en el Partido de la Resistencia, y hasta el último día estuvo convencido que resistir era vencer. El PCE defendió al Gobierno legítimo de la República presidido por el doctor Negrin, a sus instituciones y a la voluntad popular, otros abandonaron a su suerte a la República claudicando y  traicionando al pueblo y a la causa antifascista.  Hoy cada vez son más quienes empiezan a creer que aspectos centrales del pacto constitucional han sido violentados, mientras no se desarrollan, más bien al contrario se degradan, las libertades democráticas, los derechos sociales y laborales, el medio ambiente y la vida pacífica. Independientemente de la “legitimidad” monárquica hoy, lograda en la operación de la Transición bajo la supervisión del status franquista con la permanente amenaza golpista, cada vez son más quienes ven en la República un horizonte de construcción de otra democracia posible y en la Carta Magna de la II República de 1931, fuente de inspiración de esa nueva democracia. El artículo 6. decía: “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”, puede haber mayor actualidad para un mundo convulsionado por la guerra y para millones de españoles que se movilizaron contra la guerra.
Además de la actualidad de la idea republicana de democracia y federalidad,  frente al neocentralismo de la derecha o el independentismo, hoy en día está indisolublemente unida, en España, a la idea de igualdad y solidaridad, en definitiva a la idea de Socialismo. La República será socialista o no será, no es cambiar a los “borbones” para situar a otros profesionales de la política. Es construir una nueva democracia. 
Avanzar en el horizonte republicano es sólo, y nada menos que, un problema de concienciación política del conjunto de los españoles. Desde el punto de vista técnico, es un problema sencillo. Basta con introducir en la Constitución de 1978, una enmienda por la cual se preceptúe que todas las magistraturas del Estado deben ser electivas. Como ello requiere una mayoría cualificada en las Cortes, todo depende de que tal concienciación política se materialice en una Mayoría Social de cambio. Esa construcción es una tarea que nos afecta a las izquierdas en general, pero especialmente a todos los comunistas y las comunistas. De ahí que la unidad y la solidaridad sean la base de la acción militante del PCE.
Como bien señalara Julio Anguita: “todos los que nos sentimos republicanos independientemente de la afiliación política, debemos intensificar nuestros esfuerzos en pro del objetivo que marca nuestras señas de identidad: la instauración de la III República. Este proceso será un largo trayecto en el que la difusión del ideal republicano debe pasar de la fase de nostalgia, recuerdo o vaga aspiración a una fase de compromiso militante con el objetivo común y con las líneas de acción consensuadas en un amplio movimiento ciudadano, con su especial manera de organizarse y de constituirse en sujeto de decisiones”.
¡Viva el Frente Popular!

¡Viva la República!

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