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domingo, 9 de marzo de 2014

Brujas frente a inquisidores #InsumisionFeminista

Toni Morillas
Coordinadora del Área de la Mujer de IULV-CA de Málaga
Ya nos gustaría que este 8 de marzo fuese una jornada de celebración de los avances en la igualdad. Pero tenemos tan poco que celebrar en estos momentos, que a cualquiera de nosotras, se nos ponen los vellos como escarpias cuando vemos como se suceden los actos institucionales, vacíos de contenido, colmados de dirigentes del PP que solo se acuerdan de la existencia de las mujeres y de nuestra ansia de igualdad cuando se aproxima el 8 de marzo. Es en estas vísperas cuando el PP deja a un lado su política y busca la foto fácil, violeta o rosa, ante la perplejidad y asombro de las mujeres a las que están pretendiendo usurpar nuestro derecho a decidir sobre nuestras vidas.
La reforma de la Ley del Aborto es su punta de lanza.47.000 mujeres mueren al año en el mundo como consecuencia de abortos clandestinos practicados en condiciones insalubres. Este hecho debiera ser suficiente para lxs que legislan, sin embargo no lo es. El trasfondo de la Reforma va más allá, en tanto en cuanto sitúa la maternidad como el destino inevitable de las mujeres, como razón de ser de sus vidas, considerando nuestros cuerpos, en meras máquinas de reproducción de la fuerza de trabajo y nuestras vidas, en meros instrumentos para el cuidado y atención de todxs aquellxs a los que el Estado, con sus políticas, desatiende, desprotege y abandona. Para construir esta idea de mujer sujeta a la normatividad de género que nos oprime, no bastan las leyes, es necesario también socializar el miedo, criminalizarnos, acusarnos de irresponsables, asesinas, terroristas, exigirnos que “apechuguemos”, que guardemos silencio, que seamos abnegadas y sumisas al destino que para nosotras tienen diseñado y que toma cuerpo de ley.
Y en esa estrategia está el PP: legislando contra las mujeres, violando las declaraciones internacionales de derechos humanos en materia de derechos sexuales y reproductivos, desmantelando los servicios públicos y cargando sobre nosotras la responsabilidad de mantener las redes de subsistencia comunitaria, condenándonos a la precariedad en tanto que trabajadoras, en tanto que mujeres.
Se ofenden cuando comparamos su estrategia con la Caza de Brujas que se produjo en Europa entre los siglos XV y XVII. Solo cabe responderles invitándoles a conocer la Historia, a que ellos mismos establezcan los paralelismos, salvando los contextos históricos diferentes y la modificación de los métodos represivos, podemos establecer un hilo común: el ataque a la soberanía de las mujeres y el interés por mantenernos en una posición social subalterna. La hoguera de entonces es la contrarreforma de la ley del aborto de ahora.
Las brujas que eran perseguidas, torturadas y quemadas en la hoguera por la Santa Inquisición eran mujeres sabias, herederas de la sabiduría acumulada generación tras generación de mujeres, sanadoras, comadronas, parteras que ayudaban a parir y a abortar, mujeres que vivían solas, que desafiaban la normatividad de género de la época, mujeres que se resistieron al poder de la Iglesia y de un Estado en transformación, y que por ello, fueron víctimas durante más de dos siglos de un feminicidio perpretado por el poder, decidido a construir una nueva “feminidad” basada en una división sexual del trabajo, que atribuye a las mujeres la función social reproductora.
La caza de brujas sirvió a los inquisidores, entre otras cosas, para criminalizar a las mujeres que ejercían de manera libre su sexualidad y capacidad reproductora, para criminalizar a las mujeres que contenían el poder de la sabiduría médica de la época, para ampliar el control del Estado y la Iglesia sobre el cuerpo de las mujeres, para instaurar una consideración social de las mujeres como asesinas de niños, hijas del Demonio, enemigas de los hombres, muy en la línea discursiva de la Iglesia Católica que en su relato de los historia de los tiempos, nos señala como las culpables del pecado original.
Ese feminicidio dio lugar a la expansión del miedo. Y eso es lo que las políticas del PP están provocando: la expansión del miedo, el apuntalamiento de una normatividad de género que lleva décadas en crisis, una consideración social de las mujeres que nos señala como menores de edad, sujetos a los que hay que controlar, dirigir y tutelar.
Han sido muchos los movimientos feministas que han recogido el testigo de las brujas, como símbolo de las víctimas de la ofensiva patriarcal institucionalizada, y sobre todo, como símbolo de la resistencia feminista ante la misma. El movimiento WITCH (Conspiración Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno) en los 60, las Pussy Riot, La Cofradía del Coño y un largo etcétera que ha reivindicado el papel histórico de las brujas como mujeres resistentes al papel que para ellas tenía el patriarcado.

Este 8 de Marzo, toca que nos conjuremos para defender nuestro derecho a ser lo que queramos ser, y no lo que el PP y el Lobby eclesiástico pretenda imponernos como destino de género irremediable. Toca que asumamos que, tal y como decía Judith Butler “nuestro cuerpo es un campo de batalla”.Toca que nos conjuremos para desafiar la normatividad patriarcal, para que ser mujer,no sea ser “sus mujeres”. Porque somos más y tenemos la firme determinación de que EL MIEDO CAMBIE DE BANDO

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