Toni Morillas
Coordinadora del Área de la Mujer de IULV-CA de Málaga
Ya nos gustaría que este 8 de marzo fuese una jornada de
celebración de los avances en la igualdad. Pero tenemos tan poco que celebrar
en estos momentos, que a cualquiera de nosotras, se nos ponen los vellos como
escarpias cuando vemos como se suceden los actos institucionales, vacíos de
contenido, colmados de dirigentes del PP que solo se acuerdan de la existencia
de las mujeres y de nuestra ansia de igualdad cuando se aproxima el 8 de marzo.
Es en estas vísperas cuando el PP deja a un lado su política y busca la foto
fácil, violeta o rosa, ante la perplejidad y asombro de las mujeres a las que
están pretendiendo usurpar nuestro derecho a decidir sobre nuestras vidas.
La reforma de la
Ley del Aborto es su punta de lanza.47.000 mujeres mueren al
año en el mundo como consecuencia de abortos clandestinos practicados en
condiciones insalubres. Este hecho debiera ser suficiente para lxs que
legislan, sin embargo no lo es. El trasfondo de la Reforma va más allá, en tanto
en cuanto sitúa la maternidad como el destino inevitable de las mujeres, como
razón de ser de sus vidas, considerando nuestros cuerpos, en meras máquinas de
reproducción de la fuerza de trabajo y nuestras vidas, en meros instrumentos
para el cuidado y atención de todxs aquellxs a los que el Estado, con sus
políticas, desatiende, desprotege y abandona. Para construir esta idea de mujer
sujeta a la normatividad de género que nos oprime, no bastan las leyes, es
necesario también socializar el miedo, criminalizarnos, acusarnos de
irresponsables, asesinas, terroristas, exigirnos que “apechuguemos”, que
guardemos silencio, que seamos abnegadas y sumisas al destino que para nosotras
tienen diseñado y que toma cuerpo de ley.
Y en esa estrategia está el PP: legislando contra las
mujeres, violando las declaraciones internacionales de derechos humanos en
materia de derechos sexuales y reproductivos, desmantelando los servicios
públicos y cargando sobre nosotras la responsabilidad de mantener las redes de
subsistencia comunitaria, condenándonos a la precariedad en tanto que
trabajadoras, en tanto que mujeres.
Se ofenden cuando comparamos su estrategia con la Caza de Brujas que se produjo
en Europa entre los siglos XV y XVII. Solo cabe responderles invitándoles a
conocer la Historia ,
a que ellos mismos establezcan los paralelismos, salvando los contextos
históricos diferentes y la modificación de los métodos represivos, podemos
establecer un hilo común: el ataque a la soberanía de las mujeres y el interés
por mantenernos en una posición social subalterna. La hoguera de entonces es la
contrarreforma de la ley del aborto de ahora.
Las brujas que eran perseguidas, torturadas y quemadas en la
hoguera por la Santa
Inquisición eran mujeres sabias, herederas de la sabiduría
acumulada generación tras generación de mujeres, sanadoras, comadronas,
parteras que ayudaban a parir y a abortar, mujeres que vivían solas, que
desafiaban la normatividad de género de la época, mujeres que se resistieron al
poder de la Iglesia
y de un Estado en transformación, y que por ello, fueron víctimas durante más
de dos siglos de un feminicidio perpretado por el poder, decidido a construir
una nueva “feminidad” basada en una división sexual del trabajo, que atribuye a
las mujeres la función social reproductora.
La caza de brujas sirvió a los inquisidores, entre otras
cosas, para criminalizar a las mujeres que ejercían de manera libre su
sexualidad y capacidad reproductora, para criminalizar a las mujeres que
contenían el poder de la sabiduría médica de la época, para ampliar el control
del Estado y la Iglesia
sobre el cuerpo de las mujeres, para instaurar una consideración social de las
mujeres como asesinas de niños, hijas del Demonio, enemigas de los hombres, muy
en la línea discursiva de la Iglesia Católica que en su relato de los historia
de los tiempos, nos señala como las culpables del pecado original.
Ese feminicidio dio lugar a la expansión del miedo. Y eso es
lo que las políticas del PP están provocando: la expansión del miedo, el
apuntalamiento de una normatividad de género que lleva décadas en crisis, una
consideración social de las mujeres que nos señala como menores de edad,
sujetos a los que hay que controlar, dirigir y tutelar.
Han sido muchos los movimientos feministas que han recogido
el testigo de las brujas, como símbolo de las víctimas de la ofensiva
patriarcal institucionalizada, y sobre todo, como símbolo de la resistencia
feminista ante la misma. El movimiento WITCH (Conspiración Terrorista
Internacional de las Mujeres del Infierno) en los 60, las Pussy Riot, La Cofradía del Coño y un
largo etcétera que ha reivindicado el papel histórico de las brujas como
mujeres resistentes al papel que para ellas tenía el patriarcado.
Este 8 de Marzo, toca que nos conjuremos para defender
nuestro derecho a ser lo que queramos ser, y no lo que el PP y el Lobby
eclesiástico pretenda imponernos como destino de género irremediable. Toca que
asumamos que, tal y como decía Judith Butler “nuestro cuerpo es un campo de
batalla”.Toca que nos conjuremos para desafiar la normatividad patriarcal, para
que ser mujer,no sea ser “sus mujeres”. Porque somos más y tenemos la firme
determinación de que EL MIEDO CAMBIE DE BANDO
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